martes, 13 de septiembre de 2022

MARIA OTALEAR

 Maria Otalear


Indígena del sur de america, quien ha realizado diferentes encuentros de mujeres liderezas y jovenes que buscan la transformación social y economica de los pueblos del abya yala.

Hija de Jose Yalatar y Mercedez Chala, paso su infancia en los alrededores de Huasicama y viajo desde pequeña por las quebradas y hondonadas de su región. Cuentan que el Profesor Jose Arguedas dio clases en su edad temprana y de él aprendio a leer los signos tallados en las piedras, las normas de gobierno que violaba los derechos de los pueblos indígenas y las obras de antropologos que los habían colocado en el escenario de la exhibición.


UNA DE SUS FRASES MAS IMPORTANTES ES: "No se nace en la tierra para morir, se nace para volver al origen" cuyo efecto político en las comunidades indígenas, campesinas, agrarias del sur permitió la liberación de lo que en su momento se llamó: liberacion de la tierra madre.


sábado, 10 de septiembre de 2016

Libro Tog Boa . By Shihab.

Tog Boa. 

By Shihab.

Narra cinco relatos y dos exploraciones de escritura entre ciudades y juegos monologantes en torno a la escritura, lo flameable, el limite de lo visible y la saturación de lo sin imagen.


enlace de descarga: 

https://drive.google.com/file/d/0B9QCeLgC2PmEeDhLdy1aSHdUZkk/view?userstoinvite=natavet@gmail.com&ts=57d41465


sábado, 21 de febrero de 2015

O pensamento indígena


La Mirada del Jaguar, de Eduardo Viveiros de Castro: Booktrailer

La Mirada del Jaguar, de Eduardo Viveiros de Castro: booktrailer




Entonces... multinaturalezas, una lectura en el meollo mismo de la alteridad, en la trama y traza que rompe la continuidad de los discursos colonizadores.

entre-vistas

 Silvia Rivera Cusicanqui + Boaventura de Sousa Santos


Otras latitudes del pensar.

Pensamiento Watunna: la cosmopolítica como ampliación de la ecología - Juan Duchesne-Winter



Pensamiento en alteridad, en el encuentro con otras palabras y otras miradas desde los estudios interdisciplinarios del desarrollo.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Tinkuna.
-Los caminos por venir-[1]

soplos y visiones 2013.


Por: Fernando Guerrero F.

"Esta palabra es como el agua, Va, danza en la lluvia y escribe en la sangre de quien camina el territorio. Esta palabra trae los silencios del páramo, busca entre las hendiduras de la piel, esos vocablos que se han escrito en el paso de la historia. Esta palabra es como el agua y el barro, cuando se unen a quien la escucha, Moldea el gesto por donde la noche trafica sus constelaciones"


Cuando se camina el territorio, se empieza a escuchar de otro modo los vocablos que trafican los días de la infancia. Uno en ocasiones no camina con el latido de cada una de las cosas que nos rodean, uno en ocasiones es un poco desprevenido, despistado, deja de escuchar el sonido de la hojarasca crepitando entre las orillas del tiempo, poco caso se hace a la aurora en donde el grillo escarba las complicidades del sueño y la vigilia.

Estas palabras, son parte de un camino, como todo camino, el horizonte siempre es y será incierto, uno no sabe a quien escribe, para quien, o desde donde, uno, simplemente deja llegar y confluir el incesante universo de creación que hay detrás de cada vocablo. En ellos, cada historia busca un modo de nombrarse, de contarse, de llegar y abrir una senda de significados y traducciones infinitas, porque así es el acto de escribir, una destinerrancia sin destinatario previsto, porque, uno no llega a saber quien será el lector de las paginas que han llegado a tomar vida propia.

Los libros, son muertos vivientes –me diría un gran amigo y maestro escritor, Bruno Mazzoldi-, y fue con el pasar del tiempo que fui entendiendo ello, que fui reconociendo esa frase en muchos de los caminos en donde escribir era despertar aquello que parecía estar oculto y escondido de la memoria de los que habitan nuestras regiones.

Nuestra memoria, esa memoria que trae el canto de los altos paramos en el sencillo movimiento del frailejón, esa memoria que deja escuchar el canto de los gorriones en las eternas tardes de variados colores donde todo se incendia de poéticos ardores, esa memoria que trae la voz del agua y deja hinchado el corazón por el canto olvidado de los ojos de agua, esa memoria resuena cada día y se hace latente cuando caminar un territorio se convierte en el despertar de la tierra y el renacer de la historia que se ha escondido a nuestros ojos y oídos.

Se hace necesario escuchar dislocando el oído y la mirada, colocando en sitios distintos nuestros sentidos, para así impregnarse del perfume y hedor palpitante de la memoria antigua que se riega por cada uno de los caminos en donde se viven los andes. Se hace necesario que el corazón teja la noche en sus manos, que sean sus manos las que deletreen esos alfabetos inasibles por donde la tierra ha escrito otra historia; se hace necesario regresar a las fuentes y lanzarse sin temor a escribir en el movimiento y cambio de estas, porque ya se ha vivido el tiempo del nacer del trigo, y ahora se esta danzando en el estallido de la montaña, tras el velo extraño de lo que vamos llamando progreso.

Las generaciones que va llegando, unas sensibles, otras despreocupadas por la tradición y el re-conocimiento de los saberes de antigua, viven una crisis de la memoria, se empeñan en conseguir los ideales de razón y progreso que vacían de sentido la vida que vivimos. Queremos la estatua del silencio en medio de un jardín de floridos vuelos de minacuros, preferimos el avasallador y desgastante ruido de las calles solitarias, al transito entre quebradas y manantiales que cuentan otra historia nacida en la semilla del sol al topar el canto del verano. Nuestras generaciones están en el hilo desgastado del olvido, penden entre dos mundos que colocan en crisis sus decisiones, escinden su palabra y con ello su historia, porque, ya casi no se cuentan las historias del fogón, ni se aviva el calor de la tulpa para escuchar aquello que en estas regiones hacia incendiar la memoria.

En medio de esta crisis, van apareciendo voces diversas que van contando la historia de estas regiones, mayores, taitas y sabedoras, médicos tradicionales, danzantes y  chasquis que van tejiendo otros vocablos en medio de la palabra que invisibiliza el andar de una región encantada.
Tinkuna, es parte de un camino con varios amigos y sabedores que incendian con su palabra el corazón. Tinkuna es el salir hacia la media noche hacia el alto paramo, para escuchar si aun el gritón o la madre monte hacen temblar el cuerpo en medio de una luna llena. Tinkuna es beber de las aguas de las piedras y los mullus, donde se encuentra depositado la sabia andina que da fuerza y vigor al corazón para la guerra y el camino. Tinkuna es encontrarse con los cuatro vientos que golpean el cuerpo en el lugar sin destino que es la palabra, y prendarse de esos vientos para viajar ligero y tranquilo en las cuatro regiones de estos tiempos. Tinkuna es deletrear los colores del ambiwaska para volar con el colibrí en los jardines de juan chiles, tinkuna es danzar con las antiguas escrituras talladas den las piedras cuya espiral es un infinito viaje hacia lo desconocido que somos. Tinkuna es mirar el paramo y sentir la antigua danza de venado rojo, para que ahí, el rojo de las montañas se vuelva el color cobre que da nombre a los andes, porque andes es en quechua ANKI, montaña de bronce bañada por el sol.
Tinkuna es una hoja de árbol que aun viaja en el viento, semilla y palpitar de un camino extenso que aun no termina, que quizás no tenga termino puesto que ya de por si, estos vocablos que a ustedes llegan, se hacen un puente y una Chakana en donde va el corazón enfermo.

Aquí va Tinkuna:
“Libro del monte, libro de la selva, libro de fuego escrito en las páginas del desierto, libro del ritmo depositado en las olas del mar, libro del agua cantora tejida en las manos del runa andino. Libro cuyas palabras se despiertan alrededor del fuego, en noches estivales y de embriagues lucida con el universo.
Soplan al fuego para avivar vocablos de escrituras sagradas, talladas en las piedras de los altos paramos, unos a otros, cara a cara, canto a canto, se entregan a la danza, se mueren por un instante, se nacen haciéndose fraternales en el abrazo, en la caricia, en las distancias que acercan al oír el canto nacido en sus corazones.
Las palabras nacidas por el fuego de otras voces y otras lenguas en las cuales se escuchan, brillan con luz propia, y en la luz de cada astro, teje a quienes las escuchan en un viaje interminable.
Escuchan los rumores del fuego: del fuego ardiendo en el libro nacido al dormir en el sueño de la selva, en las páginas inmemoriales teñidas en sus cuerpos selváticos: Montes, paramos y desiertos escritos en la sangre, Arroyos del tiempo bañando sus cuerpos escribiéndoles con la tinta de una tierra encantada.”

Ese caminar por estas regiones, este escuchar lo que aun se cuenta y comunica alrededor de ese otro fuego antiguo que nos convoca en la palabra, ese caminar sin tiempo ni edad, es quizás uno de los riesgos que se asume al navegar por el insondable territorio hechizado que nos rodea en la palabra, porque:
“Los cerros hablan en su lengua, en aquella musicalidad tallada y escrita en las hojas de los árboles, traducida por el canto de las aves y el paso de los ríos llevando cantos de luminosa emancipación.
Todo se inventa nuevamente, las palabras llaman otras palabras, los cantos son hablas de gente poblando las alturas de los cerros, las profundidades de los abismos, debajo de abajo, saliendo en las formas oídas y miradas al mover las manos.
Las plantas tienen espíritu, samay dijo el taita, escuché el samay de la piedra, de la nube, de la montaña, una entre tantas, una entre muchas, somos así, llenitos de hablas, somos la piedra, el canto de esa ave, la música de las hojas al caer en la arena, cada uno una hoja, una piedra, un grano de arena viajando en las páginas de la tierra.
Los cabellos hilan el saber de una tierra, las manos acarician los cabellos en cada mañana, finos hilos de araña entre finos hilos de la noche, sienten como si las cascadas en la noche hubieran bañado de brillo su cabello, con otras aguas, con músicas y tinturas de la selva, como si en el sueño las palabras del sueño ya no fueran las mismas, tal vez estarían hiladas al paso de los astros y el sueño de la aves en la silenciosa armonía del himno nocturno. Ahí se canta, se sopla, se vuela en las palabras, nombramos en el resplandor del día y el día aparece entre la negra claridad de las cosas, de las formas, ahí los ojos bien abiertos y el oído bien despierto y atento.
El canto de los taitas se acerca cada vez más, está aquí y está en aquella lejana tierra de exilio, los escucho, llegan, sonidos de cascadas, galopar de caballos desbocados, vuelo de colibríes y gruñido de tigres, aleteo de escarabajos y cigarras, caminata de hormigas y aleteo de mariposas, cantos de ranas y melodías del río en el río de la vida.”
Ese canto, ese transitar de la vida en cada uno de nuestros pasos: ¿cómo lo vamos tejiendo a la voz de los que vienen?¿como estamos hilando esos saberes a una generación que va dejando su palabra en prenda con un desgaste de la memoria y queda en deuda con la responsabilidad de hacer visible el canto de una región diferente a otras?
Hablo aquí de un canto, del canto que cada uno tiene, de la historia y la memoria que cada uno es, de esas maneras de confluir entre historias para hacer la propia, la que es diferente en Mozambique, en Shanghái o Bogotá, la que hace percibir que cada uno es de una región, que desde una sencilla casa en la vereda de macas o un caminar por el alto tutalchak se puede contar el paso de la historia, que podemos ver el mundo desde nuestros caminos y a la vez prender el canto que lleva nuestra vida. Porque cantos y prestamos de cantos hay muchos, podemos coger historias de todos los lados y dejar de vivir nuestro propio canto. 
(historia del cuscungo y el mochilero)
Contare con estas y otras palabras la manera de ver el mundo desde lo que tenemos en estas regiones. Cuando iniciamos hace unos meses el acompañamiento a la comunidad de Muellamues, y empezamos a hacer un documental sobre el legado ancestral que se encuentra en Tulpud, fuimos encontrando que toda una tradición y unos saberes se escondían en este territorio. Queríamos hacer un rodaje acorde a la cotidianidad  de la comunidad, y fue ahí que para hacerlo acorde a estas tradiciones, para seguir la construcción de esta casa del saber, fuimos comprendiendo que el calendario lunar es mas que importante para poder hacer estas construcciones. Uno no puede cortar paja  cuayar en cualquier momento, tampoco la madera y los bejucos que sostendrán la casa, hay que estar muy pendientes de lo que la luna va influyendo, si se corta en quinto de luna la madera se apolilla fácilmente, si se corta el cuayar en luna que no es, este se pudre fácil y se corre el riesgo que la casa se dañe. Todo esto lo fuimos escuchando en palabras de don Alfredo quenan, doña mariana, la profesora lucia moreno y tantos otros comuneros que en esta región van haciendo memoria.  Cuando nos preguntamos por la casa que se iba a construir, fue cuando nos quedamos inquietos porque si bien es una casa tradicional hecha a la manera antigua, como hacer que esta casa permita fortalecer y retomar las historias que permitían mantener viva una tradición. Ahí fuimos entendiendo que estamos inmersos en sistemas de vida que son ajenos a la vida de nuestro territorio, con economías prestadas, con modos de trabajar la tierra muy dispares a la manera tradicional de mantener y cuidarla. Vimos que la soberanía alimentara estaba vulnerada, porque ya no se tiene buen alimento, se come por comer y lo que halla, se lleva a la tulpa lo que se encuentra y no lo que se siembra y se sabe que es bueno para comer. Se envenena de manera constante y sin precaución la tierra,  se llena de cosas inútiles la casa y acumulamos cantidad de cosas innecesarias. Todo esto esta fuera de la casa que tradicionalmente mantenía el equilibrio entre el pensamiento, el trabajo y el andar el territorio.
A pesar de que la tradición esta viva, de que esta mantienen conocimientos que armonizan la vida y con ello el territorio, nosotros preferimos vivir lo que el mundo nos da y los imaginarios que nos hacen creer que el mundo es lo que vemos de afuera. Me pregunto ¿que tan responsables y que tanto somos coherentes con nuestra manera de mantener la vida?
Escribir no es solo mostrar los caminos bellos de una tradición y un legado que se hace visible en medio de estos panoramas siempre enigmáticos como son los que se ficcionan en nombre del progreso y  el desarrollo. Escribir es buscar alternativas de vida para hacer de la vida un canto que permite contar otra historia. Quizás en Muellamues esta casa sea el inicio de un camino por venir donde se enseña a despertar y activar la memoria de las generaciones que vienen, quizás en otros territorios estas iniciativas estén ya dando frutos y se encuentre en un tiempo no muy lejano, una alternativa de sostenibilidad familiar y a la vez de vivencia en el latido sensible de una región, quizás vengan nuevos escritores, nuevos guardianes de memorias que permitan tejer, hilar, contar otras historias en donde el sonido de la calandra deja bajar el espíritu del monte para con el caminar en la vida misma de lo que nos rodea.




[1] Este texto se lee en la presentación del libro en las instalaciones del Banco de la República de Ipiales, el 28 de octubre del 2014. frontera Colombo - Ecuatoriana